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TRIO RODIN | MEMENTO
30 septiembre – 20:00
El término latino “memento” significa “recuerdo”. Son muchos los compositores españoles que gozan de una gran fama y reconocimiento, como Albéniz, Falla, Granados, Turina,… Pero hoy queremos hacer un viaje al pasado para redescubrir y recordar otros grandes compositores que dejaron un legado de un valor incalculable, pero que no tuvieron la suerte de que sus obras perdurasen en el tiempo.
A pesar de que el Trío no 1 op. 3 es una de las primeras obras de Lluís Benejam, se trata de una partitura madura, de dimensiones considerables y de gran intensidad. Su larga experiencia como violinista en formaciones de cámara y sinfónicas le permitió comenzar una carrera como compositor -ya con más de 35 años- sin pasar por las «obras de juventud». La obra se estructura en cuatro movimientos y presenta un carácter general optimista y romántico.
Francesc Civil, compositor formado en la Escolanía de Montserrat y en la prestigiosa “Schola Cantorum” de París, fue una gran figura en el campo de la composición sardanística, pero también nos dejó un gran legado en otros géneros. Como pianista, formó parte de un trío para el que seguramente escribió este maravilloso y cautivador “Trío con piano” que hoy escucharemos. Es una obra llena de lirismo, poesía y belleza, aunque también cargada de entusiasmo y alegría, sobretodo en el último movimiento, una sardana.
Enrique Granados, uno de los mejores y más conocidos compositores españoles de todos los tiempos, compuso su Piano trío op. 50 en 1895 tras estudiar en París durante varios años. Es una obra llena de frescura, fantasía, pureza y luminosidad, con numerosos elementos de influencia francesa. En el primer movimiento destaca el juego imitativo entre los tres instrumentos y las líneas melódicas amplias y generosas. El Scherzo respira aires de danza y juega con los pizzicatti de la cuerda y los staccatti del piano dando especial relevancia al contenido rítmico; en una segunda sección, el aire de música popular toma protagonismo con una brillante imitación del bordón de la gaita, que precede a un interludio donde el piano juega con un aire morisco que prepara un final lleno de ritmo y simpatía. En contraste, el Duetto es la parte más íntima y sentimental de la obra, protagonizada por un diálogo entre el violín y el violonchelo. Finalmente, la danza y los elementos populares vuelven a la partitura en un final brillante que exige una gran compenetración de los intérpretes.
